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La igualdad de derechos formales que hoy reconoce la Constitución de 1978, y normativas posteriores, no ha evitado que el sistema de valores y relaciones sociales continúe basado en una óptica androcéntrica que toma lo masculino como eje de toda experiencia.
Este punto de vista impide, en muchos casos, hacer visible el buen hacer de las mujeres en algunos ámbitos, la cultura y el desarrollo sostenible del medio entre ellos, y fomentar cambios en la educación que introduzcan actitudes y valores más igualitarios.
Las actividades desarrolladas en este área tienen doble finalidad: facilitar a las mujeres instrumentos para promover su plena participación e impulsar cambios en el mundo de la cultura, la educación y el ocio, favoreciendo el principio de igualdad de oportunidades.
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